"La buena conciencia es la mejor almohada para dormir." (Socrates)

martes, 15 de agosto de 2017

Con María, aprendiendo de su admirable Asunción



Desde el día de la Asunción pude ser más plenamente madre de todos, fuera ya de los límites del tiempo.

Toda tu vida, María Santísima, es para tus hijos enseñanza y camino. Al meditar sobre tus días, tus pasos, palabras, silencios y gestos de amor, hallamos respuesta a nuestro dolor, nuestras dudas, tristeza o soledad. Desde tu ejemplo y compañía aprendemos a caminar, en el alma, los senderos de tu Hijo.

Y no sólo es tu vida la que nos enseña, Madre, sino también los hermosos regalos con que el Padre, enternecido de amor por tu gracia y fidelidad, te ha adornado.
Uno de esos regalos es tu Admirable Asunción.

¡Ay, Madre, cuánto me gustaría pedirte que me dejaras caminar cerca de ti en ese último día! Sí, ese último día tuyo entre nosotros en que el sol te habrá besado con más fuerza y las flores se deshicieron en perfumes para acompañarte… ¡Y los pájaros!!! Seguro se habrán alborotado en los árboles cercanos, acomodándose en los mejores sitios para deleitarte con sus gorjeos…

Madre, el más pequeño de los pajarillos es más digno que yo de hacerte compañía. Pero aún así, desde mi nada, mi alma se atreve a soñar que te despide en un mediodía pleno de perfumes y trinos.

- Hija, aunque me acompañases y despidieses, como tú dices, de poco te serviría si no intentas meditar el significado de este regalo de amor de Dios en tu propia vida.

-¿Cómo se hace eso Señora?

- Intentaré explicarte. Desde el día de la Asunción pude ser más plenamente madre de todos, fuera ya de los límites del tiempo. Y no solamente Madre para que me llames en los problemas temporales que te inquietan sino, por sobre todo, Madre para acompañarte en el camino hacia mi Hijo. Madre para que comprendas que, a cada instante, Dios te está dando oportunidades para que le descubras, para que te venzas en aquellos defectos que más opacan tu corazón. Quiero que un día todos estén aquí, en la gloria de Dios Padre. Poder abrazarlos y decirles cuanto les he amado, cuanto les amo.

- ¿Podré, entonces, abrazarte un día, María?

- Querida, eso no depende de mí, sino de ti. Yo puedo ayudarte y, de hecho, lo hago. Por ejemplo, te he dado a ti, a todos, el Santo Escapulario del Carmen. Pero por sí mismo no puede salvarte. Eres tú la que debe conservarse, el mayor tiempo posible, en estado de gracia. Mi Hijo les ha dejado el Sacramento de la Reconciliación y se ha quedado con ustedes en la Eucaristía. Los medios están, hija. Pero, si los aprovechas o no, si los valoras o no, ésa es ya tu propia decisión. El camino es tuyo ¿comprendes? Nadie puede recorrerlo por ti. Y el camino es interior. Es más difícil para ti llegar a descubrir las profundidades de tu corazón que trepar una montaña para llegar a un santuario. Y muchas veces eliges la montaña ¡Y no te bastaría toda la cordillera si no te decidieras a conocerte a ti misma y cambiar de ti lo que te aleja de mi Hijo! ¿Puedes comprender?

- Ay Madrecita… cuánto debo caminar, aún, hacia los desconocidos paisajes de mi corazón.

- Debes saber que allí encontrarás cosas hermosas, como por ejemplo los dones que el Espíritu Santo te ha dado en el Santo Bautismo y aún no has utilizado. ¡Úsalos antes de que te sean quitados! También hallarás vanidades, egoísmos y rencores ¡Arráncalos antes de que te ahoguen! Entonces hija, estarás caminando hacia el corazón de Jesús. Hacia mi corazón. Ambos te esperamos al final del camino. Sé que no será tarea fácil, que algunas veces tendrás pequeñas victorias y otras sentirás que no puedes avanzar ni un paso. No te angusties hija, tú sólo mantén el deseo de caminar hacia Jesús, que Él te irá proveyendo los medios. Eres libre, hija. Nadie puede impedirte recorrer este camino. Aunque estés lisiada y postrada en una cama puedes realizar, dentro de ti, excursiones que no lograría el mejor de los alpinistas.


Voy comprendiendo, Madre, voy comprendiendo… poco a poco. No me es fácil, pero sé que estás allí, detrás de cada alegría y de cada dolor.

Se que tu Asunción es “una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”(*). Y, al imaginarte en ese día pleno de trinos, flores y sol sereno, hallo las fuerzas para caminar según tus consejos.
Madre, debo ahora comenzar a armar la mochila para la peregrinación a mi interior. Para ello, consultaré con los que puedan aconsejarme.

Hablare con mi sacerdote, le pediré su consejo y guía. Seguro me recomendará buenos libros que serán como carteles luminosos en medio de la noche señalando el camino. Además, no debo olvidar la mejor de las brújulas. El Santo Rosario.

- Ve, hija, ve. No tengas miedo. Alimenta tu alma con la Santa Eucaristía, y alivia tu carga con la Confesión. Sé que será éste el mejor de tus viajes.
Es hora de partir. Te abrazo con el alma y me sonríes.


- Feliz fiesta de la Asunción, Madre querida.

- Feliz viaje, hija mía.

(*)Catecismo de la Iglesia Católica


NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Por: María Susana Ratero




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domingo, 13 de agosto de 2017

QUERIDOS ESPOSOS CRISTIANOS, PADRES Y MADRES DE FAMILIA:




El matrimonio cristiano.
Que Dios —que se ha revelado "Uno en Tres personas"— nos ayude a lo largo de esta meditación. ¡El tema es maravilloso, pero la realidad es difícil! Si el matrimonio cristiano es comparable a una montaña muy alta que sitúa a los esposos en las inmediatas cercanías de Dios, hay que reconocer que la ascensión a dicha montaña exige mucho tiempo y mucha fatiga. Pero, ¿podría ser ésta una razón para suprimirla o rebajar su altura? ¿Acaso no es un hecho que la persona humana se realiza con plenitud y domina el universo gracias a ascensiones morales y espirituales, mucho más que por logros técnicos e incluso espaciales, por admirables que sean?
Haremos juntos una peregrinación a las fuentes del matrimonio, y trataremos luego de evaluar su dinamismo al servicio de los esposos, de los hijos, de la sociedad y de la Iglesia.
Todo el mundo conoce la célebre narración de la creación con que comienza la Biblia. En ella se dice que Dios hizo al hombre a su imagen creándolo hombre y mujer. He aquí lo que sorprende enseguida, antes que nada. Para asemejarse a Dios, la humanidad debe ser una pareja de dos personas que se mueven la una hacia la otra, dos personas a quienes un amor perfecto va a reunir en la unidad. Este movimiento y este amor les hacen asemejarse a Dios que es el amor mismo, la unidad absoluta de Tres Personas. Jamás se ha cantado el esplendor del amor humano con mayor belleza que en las primeras páginas de la Biblia. "El hombre exclamó: esto sí que es ya hueso de mis huesos y carne de mi. carne. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre; y se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne" (Gén 2, 23-24). Y parafraseando al Papa San León, no puedo menos de deciros: "Esposos cristianos: reconoced vuestra eminente dignidad".
Esta peregrinación a las fuentes nos revela asimismo que la pareja inicial es monógama en el plan de Dios. Y esto nos sorprende ciertamente, darlo que la civilización —en los tiempos en que toman cuerpo las narraciones bíblicas— está lejos generalmente de tal modelo cultural. Esta monogamia, que no es de origen occidental sino semítico, resulta expresión de la relación interpersonal, es decir, de aquella en que cada una de las partes es reconocida por la otra como de igual valor y en la totalidad de su persona. Esta concepción monógama y personalista de la pareja humana es una revelación absolutamente original que lleva el sello de Dios y merece que se ahonde en ella cada vez más.
Pero esta historia que comenzó tan bien en el alba luminosa del género humano, experimentó el drama de la ruptura entre esta pareja enteramente nueva y el Creador. Es el pecado original. Y sin embargo, esta ruptura será la ocasión de una nueva manifestación del amor de Dios. Comparado frecuentemente con un Esposo infinitamente fiel, por ejemplo, en los textos de los Salmistas y los Profetas, Dios renueva sin cesar su alianza con esta humanidad caprichosa y pecadora. Estas alianzas repetidas culminarán en la Alianza definitiva que Dios selló en su propio Hijo, que se sacrificó libremente por la Iglesia y por el mundo. San Pablo no vacila en presentar esta Alianza de Cristo con la Iglesia como símbolo y modelo de toda alianza entre el hombre y la mujer (cf. Ef 5, 25) unidos en matrimonio de manera indisoluble.
Tales son los títulos de nobleza del matrimonio cristiano. Son manantial de luz y fuerza para la realización cotidiana de la vocación conyugal y familiar en beneficio de los mismos esposos, de sus hijos, de la sociedad en que viven y de la Iglesia de Cristo
Por tanto, conformándose con Cristo que se entregó por amor a su Iglesia. es como los esposos llegan día a día al amor de que nos habla el Evangelio: "Amaos unos a otros como Yo os he amado", y más precisamente a la perfección de la unión indisoluble en todos los planos. Los esposos cristianos han prometido comunicarse cuanto son y cuanto tienen. ¡Es el contrato más audaz que pueda existir, y asimismo el más maravilloso!
La unión de sus cuerpos querida por Dios mismo cual expresión de la comunión todavía más profunda de sus espíritus y corazones, realizarla con tanto respeto cuanto ternura, renueva el dinamismo y la juventud de su compromiso solemne, de su primer. "sí".
La unión de sus caracteres: pues amar a un ser es amarlo tal cual es, es amarlo hasta el punto de cultivar en sí el antídoto de sus debilidades o defectos, por ejemplo, la calma y la paciencia si al otro le faltan de modo notorio.
¡La unión de corazones! Los matices que diferencian el amor del hombre del de la mujer son innumerables. Cada una de las partes no puede exigir ser amado como él ama. Es importante renunciar —una y otra— a los reproches secretos que separan los corazones, y liberarse de esta pena en el momento más propicio. Hay una puesta en común que es muy unificadora, la de las alegrías y, mas aún, la de los sufrimientos del corazón. Pero es sobre todo en el amor común a los hijos donde se fortifica la unión de los corazones.
¡La unión de las inteligencias y de las voluntades! Los esposos son asimismo dos fuerzas diversificadas y, a la vez, ensamblarlas en el servicio recíproco y en el servicio de su hogar, de su ambiente social y en el servicio a Dios. El acuerdo esencial debe manifestarse en la determinación y prosecución de objetivos comunes. La parte más enérgica debe respaldar la voluntad de la otra, suplida a veces, y hacer de palanca con habilidad, corno educando.
En fin, ¡la unión de almas, almas unidas ellas mismas a Dios! Cada uno de los esposos debe reservarse momentos de soledad con Dios, de "corazón a corazón", donde el otro cónyuge no sea la preocupación primera. Esta vida personal del alma con Dios, que es indispensable, está lejos de excluir la puesta en común de toda la vida conyugal y familiar. Por el contrario, estimula a los cónyuges cristianos a buscar juntos a Dios. a descubrir juntos su voluntad y a cumplirla concretamente con las luces y energías que han sacado de Dios mismo.
Tal óptica y realización de la alianza entre el hombre y la mujer sobrepasa en gran medida el deseo espontáneo que los ha unido. El matrimonio es verdaderamente para ellos camino de promoción y santificación. ¡Es fuente de vida!
El matrimonio cristiano está llamado a ser también fermento de progreso moral para la sociedad. El realismo nos hace reconocer las amenazas que acechan a la familia en cuanto institución natural y cristiana. en África como en otras partes, debido a ciertas costumbres y también a mutaciones culturales que se están generalizando. ¿No se os ocurre comparar a la familia moderna con una piragua que navega por el. río y se abre camino entre aguas agitadas y obstáculos? Al igual que yo, sabéis cómo son derrocadas por la opinión pública las nociones de fidelidad e indisolubilidad. Sabéis asimismo que la fragilidad y resquebrajamiento de los hogares originan un cortejo de miserias, si bien la solidaridad de la familia africana procura remediarlos en lo referente a hacerse cargo de los niños. Los hogares cristianos, sólidamente preparados y debidamente acompañados. tienen que trabajar sin desalientos en la restauración de la familia, que es la primera célula de la sociedad y debe permanecer una escuela de virtudes sociales. El Estado no debe temer tales hogares, sino protegerlos.
"La familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza de la Iglesia, sea por el amor, la fecundidad generosa, la unión y fidelidad de los esposos, o la cooperación amorosa de todos sus miembros". ¡Qué dignidad y qué responsabilidad!
Sí, ¡este sacramento es grande! Tengan confianza los esposos, pues su fe les asegura que con este sacramento reciben la fuerza de Dios. Una gracia que les acompañará toda la vida. Y jamás dejen de acudir a la fuente copiosa que hay en ellos.
Os prometo llevar siempre en el corazón y en mi oración esta gran intención. Y Dios, que se ha revelado familia en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, os bendiga, y su bendición esté siempre con vosotros.
HOMILÍA DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
DURANTE LA MISA PARA LAS FAMILIAS
Kinshasa, sábado 3 de mayo de 1980




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sábado, 12 de agosto de 2017

¿Se pueden mover montañas con la oración?



Orar sin dudar
El corazón que tiene perfecta fe es el que no tiene dudas

Pregunta:
Estimado Fray Nelson: Le sigo a diario en sus explicaciones sobre las lecturas diarias de las Escrituras. Me permito solicitar su explicación sobre el capítulo 21 de San Mateo, especialmente los versículos 21 y 22. ¿Debo tomarlo al pie de la letra? Gracias anticipadas y que el Señor le guarde y le acompañe. -- Eduardo Martínez Romero.

Respuesta:

Respuesta:
Mateo 21,21-22 dice: "Respondiendo Jesús, les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no dudáis, no sólo haréis lo de la higuera, sino que aun si decís a este monte: “Quítate y échate al mar”, así sucederá. Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis."
Del texto resulta claro que lo contrario de la fe son las dudas. Lo que no es inmediatamente claro es cuáles son esas dudas y qué las produce.
Existe la tentación de pensar que la eliminación de las dudas consiste simplemente en auto-sugestionarse, algo como lo que propone el llamado "pensamiento positivo." Como si el solo hecho de repetirse uno muchas veces en la cabeza que algo va a salir bien fuera la fórmula para no dejarle espacio a la duda, y de ese modo lograr lo que no quiere... hasta trasladar montañas con la mente.


Ese enfoque "mental" sobre la oración tiene mucho que ver con la concentración, la sugestión y el cerebro pero tiene poco o nada que ver con la Biblia. En la Sagrada Escritura, la duda está relacionada fundamentalmente con la división. El que está dividido interiormente esta condenado a fracasar, según lo recuerda expresamente un dicho de Jesucristo: "Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no se mantendrá en pie" (Mateo 12,25).
Cuando Pedro da unos pocos pasos sobre el agua, se da cuenta del oleaje y de la fuerza del viento, y entonces queda dividido, como si se dijera: "Dios es poderoso pero este viento también es poderoso, y entonces, ¿qué será de mí?" La división hace que dude, y la duda destruye su fe y hace que se hunda.
Cristo se apareció, ya resucitado, a sus discípulos. Nos enseña San Lucas 24, 37-39: "Ellos, aterrorizados y asustados, pensaron que veían un espíritu. Y El les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; palpadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo." Nuevamente estamos ante un caso de división interior: se puede afirmar que es Jesús pero también se puede afirmar que es un espíritu. Y la división hace que surjan dudas en el corazón.
Si la duda viene de la división, la superación de la duda viene de un corazón consolidado, o mejor: unido. "Que vuestro corazón sea todo para el Señor, nuestro Dios, como lo es hoy, para seguir sus leyes y guardar sus mandamientos," exhorta 1 Reyes 8,61. El corazón encuentra su unidad cuando se reúne y se da por completo a Dios, según el antiguo mandamiento: "Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Deuteronomio 6,4-5).
Llegamos así a la conclusión: el corazón que tiene perfecta fe es el que no tiene dudas; el corazón libre de dudas es el corazón que no está dividido; el corazón sin divisiones es el que vive el primer mandamiento, es decir, el corazón que ama con plenitud de donación a Dios. O sea que el corazón que mueve montañas es el corazón que está adherido totalmente a Dios, rendido a Él, y por consiguiente, fundido en su voluntad. Así lo presenta también el apóstol Juan: "Y esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, El nos oye" (1 Juan 5,14).
¿Se pueden mover montañas? Sí, por supuesto. Aquel que está unido al querer de Dios, y que siguiendo ese querer encuentre una montaña que obstruye su camino, sin desprenderse de Dios, a quien ama con todo su ser, ore, y por supuesto que esa, y todas las montañas, darán paso a su oración, sencillamente porque todo obedece a Dios.
Por: Fr. Nelson Medina, OP | Fuente: FrayNelson.com




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viernes, 11 de agosto de 2017

Mujer ante trabajo y familia



Mujer ante trabajo y familia, un dilema difícil de superar.

Mujer ante trabajo y familia, un dilema difícil de superar. Especialistas piden en Roma adaptar las estructuras laborales a las madres

Armonizar trabajo y familia se ha convertido para muchas mujeres en un desgarre interior. ¿Cómo es posible lograr la armonía? Esta es la pregunta a la que han respondido expertos en un congreso internacional celebrado en Roma.

Una pauta para la respuesta la ofreció el padre Paolo Scarafoni, rector del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, quien citando a Juan Pablo II consideró que el desafío está en humanizar las estructuras laborales.

«La verdadera promoción de la mujer exige que el trabajo se estructure de manera que no tenga que pagar su promoción con el abandono de lo que le es más propio, acarreando daños a la familia, en la que como madre tiene un papel insustituible», afirmó Scarafoni.

«La mujer entre familia y trabajo» ha sido el tercer congreso internacional que esta institución universitaria de Roma dedicó a la reflexión sobre el «nuevo feminismo».

Este «nuevo feminismo», según explicó el rector, «quiere dar un paso adelante en la consideración de la mujer en su dignidad y en esos valores que constituyen su genio».

El profesor Fernando Pinto, neurólogo infantil y presidente de la Sociedad Chilena de Pediatría, constató con estudios científicos la intensa relación que se da entre la madre y el niño por nacer durante el embarazo.

Después, aclaró, la capacidad de aprendizaje de los niños depende mucho de la relación de amor con su madre, en especial en los primeros años de vida.

Con ejemplos clínicos, el neurólogo chileno demostró las implicaciones de esta relación no sólo para el desarrollo cerebral, sino incluso para la salud en general del niño.

La falta de atención y de tiempo crean problemas para el niño y la madre, constató Pinto. Por este motivo, el presidente de los pediatras chilenos reveló que su Asociación ha pedido al gobierno al menos seis meses de baja laboral para las madres que dan a luz.

Valentina Aprea, subsecretaria del Ministerio de Educación de Italia, reivindicó el derecho de las mujeres a «poder estar junto a los propios niños, cuando son pequeños, sin que esto les obligue a perder oportunidades en su puesto de trabajo».

La subsecretaria narró su experiencia precedente como directora de una escuela en un barrio acomodado de las afueras de Milán, en donde las casas y los parques eran modernos y confortables, pero donde los niños sólo veían a sus padres al final del día, para las «buenas noches».

«Es verdad que se trata de una situación muy común en el mundo de hoy --afirmó Aprea-- pero que tiene un costo social muy alto, pues penaliza el crecimiento armónico de las nuevas generaciones».

«El siglo XX --concluyó la subsecretaria italiana-- fue testigo de una gran avance social de las mujeres. Ahora tenemos un nuevo desafío: el de poder dar suficiente tiempo y atención a los hijos sin ser penalizados en el trabajo y en la esfera social».

No es sólo un desafío de las madres, sino también para los padres. Sergio Belardinelli, profesor de Sociología de la Familia en la Universidad de Bolonia, constató que, según las estadísticas, los padres en Italia pasan con los hijos una media de entre 15 y 16 minutos al día.

«De individuos en los que se daba una clara pertenencia a una comunidad, se ha pasado a la individualización --añadió--. Un proceso de separación que ha afectado a la familia, y en particular a la relación entre padres e hijos».
Fuente: ZENIT Roma




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